Estúpida Caperucita que lloraba y
aporreaba la casa de la puerta de la abuelita. El lobo se había
cansado de devorarla una y otra vez ante su supina estupidez. ¿Cómo
no podía ver que no tenía nada que ver con su abuelita? Él
esperaba que ella saliera corriendo, joder, que reaccionara, que
gritase, que buscase ayuda, y sin embargo, se quedaba ahí parada
señalando lo evidente. ¡Claro que sus dientes eran grandes; era un
puto lobo! Por si fuera poco aquel creador de realidad había tenido
la estupenda idea que Caperucita no recordase cada vez que el lobo la
hacía trizas con sus dientes. Sin embargo, él si que recordaba
aquella niña mirándole con su estúpida inocencia.
Está claro que el lobo no conocía el
término miopía. Caperucita era una cegata de manual, de aquellas
que necesitan gafas de culo de vaso. Al menos en aquella realidad.
Y allí estaba Caperucita, arañando la
puerta que le habían cerrado en las narices, sin darse cuenta que
esta vez, había salvado su vida.
El lobo la miraba desde dentro, con
pena por sus lágrimas y rabia por su estupidez.
El hinchazón de sus ojos no le
permitía vislumbrar bien el camino de vuelta, y dado que nunca tuvo
un especial sentido de la orientación, se fue por otro camino
diferente al habitual. A medida que caminaba se dio cuenta que la
senda se volvía más nítida, veía mejor sus manos y se asombró
de los bonitas que eran sus ropas. La falda tapaba sus rodillas, toda
una suerte, ya que en sus lloriqueos ante la puerta se las había
pelado como un niño pequeño.
Conforme iba avanzando, se dió cuenta
de que era capaz de meterse entre la maleza. Era más fuerte y hábil
de lo que creía. Además conocía el nombre de cada arbol y planta
que veía.
Se dió cuenta de que no se iba a
perder por caminar sola. Muy al contrario: podía elegir el camino
que le apetecía transitar y disfrutarlo.
De repente un olor dulce completamente
desconocido le llegó a la nariz. Aspirando con los ojos cerrados,
tropezó con un espejo que encontró en suelo. Lo cogió y se vió
reflejada en él. ¿Desde cuando existían espejos en los que una
pudiese ver tan claramente los contornos del rostro, las ojeras y el
color de sus ojos? No sabía que sus ojos eran verdes ni que tenía
los labios tan carnosos. Al sonreír, vio sus dientes. Qué bonitos y
rectos le parecían. Los del lobo eran grandes, oscuros y
desordenados. Un momento ¿A qué lobo estaba recordando? Recordó un
lobo, entre el follaje, al la orilla de un río, indicándole el
camino a seguir. El flashback perdió fuelle y se volvió a ver a sí
misma reflejada en el espejo.
“Eres la más guapa del reino”.
Soltó el espejo, asustada y lo dejó caer en el suelo.
¿Guapa? ¿Reino? ¿De qué habla este
espejo?
El olor dulce era cada vez más intenso
y agradable. Todo era luz y color. No había nada que le impidiese
ver el azul del cielo. Ni lobos que señalasen el camino. Ni cestas
en sus muñecas. Ahora el camino estaba completamente abierto. Era
libre. Y sintió miedo, mucho miedo.
Comenzó a llorar de nuevo y corrió
hacia la oscuridad. No tenía ningún claro propósito; no sabía
donde estaba ni tampoco quería volver a casa de aquel lobo de
dientes sucios y desordenados.
Tratando de encontrar una senda menos
luminosa, se acercó mucho a la anterior. Pudo ver la casa de su
abuelita, y al lobo dentro. El lobo no la vió porque estaba posando
su boca con suavidad en una mano femenina. La piel se veía muy tersa
para ser la de su abuelita. Buena suerte para la siguiente víctima,
pensó para sus adentros.
¿Víctima? ¿De que estoy hablando? Y
entonces, la epifanía la aplastó como un piano de cola.
Recordó la crueldad, el destrozo de su
cuerpo y los engaños y corrió con más fuerza que ante la leyenda
de Hansel y Gretel.
Corrió hacia el cielo abierto, el café
recién hecho y el olor a chocolate, volvió ante el espejo, el canto
de los pájaros y el maullido de los gatos.
Llegó a una pequeña cabaña, al lado
de un lago y no le hizo falta tocar las puertas, porque ya estaban
abiertas de par en par.
Desde dentro alguien le preguntó si
quería café. Ella miró a sus espaldas y vió el camino que había
recorrido y lo que ahora le rodeaba. Suspiro hondo mientras se
quitaba la capa y dijo:
—A veces se cierra una puerta y se abre
un universo entero.
—Yo de ti, registraría esa frase.
Tiene gancho y seguro que alguien te la acaba robando para ponerla
sobre una imagen moñas y subirla al facebook
—¿Facebook? ¿Qué es eso?
—Creo que te queda mucho por descubrir,
Caperucita— le respondió él mientras le acercaba una taza de café.
—Y tanto...—dijo ella sonriendo al ver
un hombre por primera vez.
Hola Chari!!!
ResponderEliminarPrimero de todo, me ha hecho mucha ilusión que te apuntases a la lectura conjunta después de que toooodo el mundo a los que hemos preguntado nos dijese que no por (arrea al dato) ser histórica. En fin...
Ahora sí, a lo que toca, que es comentar tu entrada. Así de buenas a primeras el cuento de Caperucita siempre me ha parecido un tanto gore. Imagina que el lobo, en vez de lobo normalius y currientus es uno de esos que aparecen en Crepúsculo. Joeeer qué cague. Yo me encuentro ahí al Lautner ese y lo primero que hago es darle a las patas hasta Madagascar.
Me encanta cundo te pones a escribir micro historias y sacas todo lo que llevas dentro. Y toda la mierda que tenemos que aguantar de una sociedad estrecha de miras. Me encanta que Caperucita sea más inteligente de lo que aparenta y que pese a que vayan mal dadas, se recupere. Tenga esa fuerza y ese valor suficiente para mirar hacia delante.
Y es que no se puede tener más razón: cuándo se cierra una puerta, otra se abre. De hecho, cero que no se puede abrir otra puerta si no has cerrado la anterior, básicamente porqué sino habría una corriente de aire inmensa y nos volarían las ideas.
Lo bonito de esta historia, es la perseverancia de Caperucita y su convicción de abrir los ojos y de no volver a dejarse engañar puesto que ya ha tropezado una y otra vez con la misma piedra.
Como siempre, genial Chari!
Un besote enooooorme!!! ♥
PS: insisto en que deberías escribir un libro, que lo haces muy bien!
¡Muchísimas gracias, Hydre! De verdad, me dan subidón tus comentarios. Sé que eres una tía muy sincera y eso me encanta, porque sé que si me dices que te gusta y lo consideras bueno, es porque de verdad lo ves así.
ResponderEliminarMe lo pasé genial escribiendo esto y saqué todo lo que llevaba dentro en forma de cuento.
Respecto a la lectura conjunta, me apunté porque me pareció interesante el libro, pero también por hacer una lectura conjunta contigo, es un placer compartir opiniones con alguien que no se queda en un "no me gusta/no me llama", tú ya me entiendes ;)
Un besote enorme.
PD: Lo del libro lo he pensado varias veces y de hecho alguna lo he intentado, pero al final el proyecto se me ha quedado colgando por unas cosas u otras. Eso sí, es algo que sé que haré aunque sólo sea para tenerlo yo xD