Los Monstruos de la Noche

Refugiado en las sábanas, a esas horas de la noche en los que tan sólo se oye en la lejanía el paso fugaz de un coche y el crujir de las paredes, es cuando despiertan tus peores miedos. De niño, no querías mirar la puerta entreabierta del armario, porque te aterraba la idea de que el monstruo que habitaba en él, te apuntara directamente con sus ojos rojos como punteros láser, de mayor, no hay monstruo del armario o alimaña que se esconda debajo de la cama que te pueda asustar, pues tus peores miedos ahora, habitan en tu cabeza.
Se esconden en tu almohada, y cuando permaneces despierto demasiado rato, se meten por tus oídos, al igual que el ronquido de tu vecino o ese despertador que siempre se oye en algún momento de la madrugada, quién sabe, igual hasta los monstruos de la noche tienen horarios.
Se internan en un pequeño pensamiento y en cuanto fijas tu atención en él, se expande y lo ocupa todo como un virus.
Van pellizcando cada recuerdo, sacudiendo cada pequeña duda y ocupan el puesto de megafonía en tu cabeza para que tan sólo puedas escuchar su voz, una voz que te recuerda todo lo que no va bien, lo que nunca mejorará, todo lo que eres y lo que no. Tus odios y rencores salen a la superficíe, el corazón se acelera y crees que nunca jamás podrás dormir.
Con suerte, tu cuerpo no soportara la invasión y acabará durmiéndose, y si eres de verdad afortunado, con la salida del sol, ya no oirás prácticamente ninguna de sus voces, porque como en las películas de terror, el comienzo de un nuevo día, ha alejado la oscuridad de cada rincón y sólo ha dejado en ti cansancio y un mal recuerdo.

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