A veces estamos tan cerca que no podemos ver...



Es domingo, no tiene que ir a trabajar y un sol precioso y brillante de esos que a ella tanto le gustan, se cuela por los ventanales. Aún así lo que su cara refleja no se parece en nada a la alegría.
Delante de un café, sus ojos miran sin ver nada,su mirada fija en esa pared llena de libros;Katzenbach, Umberto Eco y Stephen King la saludan, pero ella no los ve, pues su mente está a muchos kilómetros de allí.
Ya no es ninguna jovencita y, esa mañana, sin nada que atrofie y embote su mente, se dedica a pensar en sí misma. En esos "Qué hubiera sido de mi vida si..."
Sabe que hoy por hoy, no es feliz, probablemente fue capaz de tomar buenas decisiones, pero aún así, es consciente de que no está caminando por el sendero correcto.

Probablemente su vida sea como uno de esos cuadros, y para poder verlo con claridad haya que alejarse un poco... ¿Pero como observar tu propia vida desde lejos? ¿Cómo observarte a ti mismo con objetividad y sin juzgarte?

Mira a su alrededor y empieza a plantearse que quizás eso que ella sentía no era lo "normal": vivir la vida sin sentir de verdad ilusión, simplemente sobreviviendo y conformándose con lo que venía, sin intentar nada más, abandonando sus sueños y tratando de ser una mujer responsable, viviendo como los demás, pues eso era lo correcto, ¿no? En eso consiste madurar ¿verdad? Abandonar ilusiones y sueños locos y centrarse en lo que de verdad importa: el dinero, el trabajo, tu casa, tus hijos...

Comienza a mirar a todos aquellos a los que la sociedad tacha de "personas con la cabeza llena de pájaros" y, secretamente, los envidia. Los envidia porque le hubiera gustado tener el coraje que ellos tuvieron para tratar de alcanzar sus sueños, a pesar de que nadaban contracorriente.
Una pregunta le acecha en ese momento: "¿Qué hubiera ocurrido si no les hubiera salido bien?" Y sonríe, sonríe porque conoce la respuesta: No hubiera ocurrido nada, hubieran seguido inténtandolo; realmente, quien no lo tiene, no comprende la magnitud de la fuerza de un sueño.

Con la sonrisa del que ya comprende, observa a esos jóvenes que conoce, ve su confusión, su prisa, su desorientación.
Le dan ganas de gritarles que desoigan a sus padres: que no estudien una carrera si no es lo que desean, que no se casen para tener a nadie contento, que no tengan hijos para callar bocas... Que hagan lo que de verdad piensan y sientan... Pues quien les quiere, les acabará por comprender y apoyar y quienes les den la espalda.. Probablemente nunca les quisieron de verdad.

Porque querer a alguien no es cortarle las alas, ni empujarle desde las alturas para hacerle volar a la fuerza. Querer a alguien es impulsarle, es ayudarle a descubrirse a sí mismo....
De repente, su semblante se vuelve algo más triste y sombrío: ella misma se estaba dando las respuestas a todas sus preguntas.

Sucede así muchas veces: tienes la cabeza hecha un lío y, aconsejando a un amigo o pensando sobre alguien, te das cuenta de que lo que dices sobre la otra persona, es lo que deberías aplicarte a ti mismo, es así como consigues ver "el lienzo de tu vida" con distancia.

(Gala mirando el mar Mediterráneo que, a una distancia de veinte metros se transforma en el retrato de A. Lincoln. S. Dalí)

Comentarios

  1. Oh... Creo que sentí como si estaba leyendo un diario íntimo o unas confesiones.
    Lo importante es que nunca es tarde para luchar por nuestros sueños, siempre hay una posibilidad mientras que se este de pie o mientras aprendamos a levantarnos de la caída.
    ¿Consejos? ¿Quién es lo suficientemente sabio para darlos?
    Un beso nena! Nos leemos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, esa mañana me inspiró una escena que vi y me imaginé dentro de la cabeza de esa persona.
      Creo que siemper debemos luchas por los sueños y no dejar que nadie nos los robe.

      Besos ^^

      Eliminar

Publicar un comentario