Sueñan los androides con ovejas eléctricas / Philip K. Dick

Título: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Autor: Philip K. Dick.
Editorial: Edhasa.
Págs: 262.
Sinopsis (contraportada):
En un mundo devastado, lleno de restos tecnológicos y bloques de apartamento vacíos, Rick Deckard es un cazador mercenario cuya tarea consiste en retirar de la circulación a los androides rebeldes, profesión que es causa también de no pocos problemas con su esposa. Sin embargo, los nuevos Nexus-6 son androides con características especiales, casi humanos, lo que dificulta notablemente su labor y puede llevarle a enfrentarse problemas que es incapaz de imaginar siquiera.









📌Reseña:

Debo confesar que la primera vez que leí este libro me pareció el libro más sencillo de Dick; el más fácil de digerir: la trama es muy fácil de seguir, los personajes son pocos y muy bien definidos y la prosa sencilla y directa. Sin embargo, tras leerlo un par de veces más para realizar mi Trabajo de Fin de Grado me di cuenta de lo equivocada que estaba. Y no porque este libro no sea de fácil lectura sino por todos los temas que ofrece entre líneas.Cuando hablo de este libro con alguien siempre digo que es como un capítulo de Los Simpson: funciona por capas. No es necesario detectar todas las referencias y reflexiones que se ofrecen para disfrutar de la serie. Lo mismo ocurre con Blade Runner: la capa más visible ofrece la historia de un cazarrecompensas encargado de eliminar androides. Está obsesionado con tener una animal de verdad y el odio que siente hacia su mujer es mutuo. Los Nexus que tiene que retirar son muy peligrosos y las dificultades con las que se va encontrando le hacen dudar no solo de la realidad que le envuelve sino de su propia humanidad.La sociedad que envuelve a Deckard es 100% cyberpunk: las relaciones personales, el medioambiente y la estructura que les rodea está en el punto álgido de su declive. Al mismo tiempo, tienen a su alcance una gran cantidad de recursos tecnológicos avanzados tanto para su desplazamiento, como para su entretenimiento y comunicación con otros, sin embargo son cada vez más individualistas y consumistas.



Escena de la adaptación cinematográfica, "Bladerunner" (1982).
Fuente: Cinemascomics.com


Tanto la trama como el mundo en el que se desarrolla la historia invita a la reflexión de tantos temas, que sería imposible abarcarlos todos en una sola reseña. La pregunta sobre la que pivota la novela es: ¿Qué nos hace humanos? Philip K. Dick nos da la respuesta a esto desde el principio: la empatía. Es por ello que la principal herramienta de trabajo del protagonista es el Test Voight-Kampf. Este test se fundamenta en la “respuesta empática en varias situaciones sociales. En su mayoría relacionada con animales” y mide reacciones como la vergüenza y el rubor mediante la dilatación capilar. De esta forma es capaz de distinguir androides de humanos y saber si debe "retirarlos" o no. 

En un principio esta dicotomía parece muy clara: los humanos tienen empatía pero los androides son máquinas y como tales, no tienen emociones ni son capaces de sentir empatía. Por esa razón no utilizan la denominada "caja de empatía": este artilugio funciona como motor del movimiento mercerista, una especie de religión personificada en la figura de Wilbur Mercer. A través del dispositivo, los merceristas ven la misma escena de ascensión, en la que su líder se enfrenta a las pedradas de sus enemigos. Los testigos no solo ven las desventuras de Mercer sino que también sienten físicamente su dolor y el del resto de participantes de esta experiencia. Los conceptos de “sacrificio”, “comunidad”, “esfuerzo”, “comunión” dotan a esta tecnología virtual de un carácter espiritual.


Recreación de la caja negra de empatía realizada por Iocose.
Fuente: Cooking Ideas.


En este punto es importante destacar que no todos los humanos son acólitos de Wilbur Mercer y que alguno de ellos observan este movimiento con escepticismo, entre ellos, Rick Deckard. Es curioso como los personajes que muestran más afinidad al mercerismo son los más débiles o menos capacitados mentalmente, como es el caso del "especial" Isidore -un humano que ha visto mermadas sus capacidades psíquicas a causa del polvo radioactivo- e Iran, la mujer de Isidore, la cual además muestra casi adicción hacia los dispositivos que tienen la capacidad de generarle emociones.

A lo largo del desarrollo de la historia se pone en entredicho la efectividad del test Voight Kampff, lo cual también hace que el protagonista se cuestione su propia humanidad. La identidad y la realidad son temas muy recurrentes en las obras de Dick, pero en este libro en concreto, se tratan de forma mucho más digerible, al menos en lo que respecta a qué es lo que nos hace humanos. Hago este apunte porque tras leer varias obras de este mismo autor e incluso algunos documentales sobre su vida, no estoy tan segura de que lo que quisiera mostrarnos es qué nos hace humanos, sino porqué somos más androides de lo que pensamos.


Ilustración de Cristóbal Fortúñez

En cada una de mis relecturas de ciertos fragmentos me sorprendía a mí misma sintiendo cierta incomodidad e incluso tristeza: un protagonista con ningún objetivo más allá de conseguir posesiones que le otorguen estatus, casi como si estuviera programado. Una relación completamente tóxica con su mujer y un desprecio más que evidente. Juntos simplemente porque "es lo que toca", como si alguien los hubiera programado así. Los días son iguales y las tareas siempre las mismas, como si alguien los hubiera colocado allí para que desempeñaran las mismas funciones una y otra vez.

Sus emociones son reguladas por ellos mismos mediante un dispositivo denominado Órgano de ánimos Penfield. La caja de empatía es como “una extensión del cuerpo, la forma de tocar a todos los demás seres humanos y dejar de estar solo". Incluso para diferenciar a los androides de los humanos, necesitan de una máquina. La dependencia hacia los aparatos tecnológicos es brutal.

Los androides están hechos de cables, metales, microchips y otros elementos electrónicos, los seres humanos han convertido los artilugios tecnológicos en una extensión de su cuerpo, los han introducido en sus vidas de tal forma, que funcionan como prótesis necesarias para mediar con sus emociones y con los otros.

Llegados a este punto una se pregunta si realmente es la empatía lo que nos separa -o ya puestos, si algo nos distingue de los androides- sobretodo porque cuando Deckard se encuentra con otro cazarrecompensas, éste se muestra mucho más inhumano que cualquier aparato mecánico. Phil Resch es tosco, simple y confiesa haber tenido sexo con algunas androides antes de matarlas. No siente nada al eliminar a alguien que es tan aterradoramente parecido a él. No duda, simplemente dispara; esa es su función.

Escena de la película Bladerunner 2049 (2017)
Fuente: Luke Dowding


Al igual que los Nexus-6 han sido enviados a Marte para ayudar con las tareas de colonización, los humanos viven en la Tierra sin plantearse porqué hacen lo que hacen.

Por otra parte también es muy interesante la relación inteligencia-empatía que se plantea en la obra. Isidore (el "especial" que he nombrado antes) esconde a los androides fugados en su casa. Es curioso que, pese a ser una persona con una disminución psíquica -y por lo tanto, un ser humano "de segunda" en esta sociedad- es quién más se cuestiona lo que ve y oye. No utiliza el órgano de ánimos Penfield y, sin embargo, es la persona más consciente de sus sentimientos. Sabe que necesita de contacto humano -o androide- por lo que es uno de los personajes que más utiliza la caja de empatía y que más afín se muestra al show televisivo de 23 horas del Amigable Buster. Además intuye que los Nexus se están aprovechando de su hospitalidad pero lo tolera porque satisfacen su necesidades de relacionarse con los demás.

También es llamativo como es el único personaje escandalizado ante la idea de quitar una vida, sea del tipo que sea. No da crédito cuando descubre en qué consiste el trabajo de Deckard y se muestra claramente afectado cuando los androides "juegan" con una araña para ver qué le pasa.

¿Quiso decirnos el autor que la empatía es mucho más importante que la inteligencia para la condición humana? ¿O simplemente que alguien que de verdad fuera humano nos parecería inferior por su ausencia de crueldad?

Como véis este libro da lugar a muchos debates e invita a la reflexión. Aún así repito que no es un libro sesudo ni complicado de leer. Como me gusta decir, es ciencia ficción de la buena, es decir, de la que te hace plantearte tu propia realidad




También lo han reseñado:



Comentarios