Es en la puesta de sol cuando siento crecer mi creatividad. Quizás
sea por la belleza que es capaz de encerrar la imagen de una muerte
anunciada. O puede que simplemente mi mente se prepare para mi
momento preferido: la noche. Es entonces cuando doy rienda suelta a
mi verdadera vocación: esculpir almas.
El mejor escultor del mundo se jactará de haber sacado de un bloque
de mármol el cuerpo más hermoso, sin embargo, nunca podrá esculpir
un alma.
Requiere un tipo de perspectiva que no cualquier artista tiene. Yo
las he visto de todo tipo: destrozadas, perversas, enamoradas,
mediocres... La meta de todas ellas es conseguir ese pasaje que le
asegure una eternidad en el cielo. Y ahí es donde entro yo.
Dicen que mediante la confesión, podemos conseguir redimirnos. No
estoy de acuerdo. Si eres estúpido no dejarás de serlo por muchos
avemarías que reces. Sin embargo, si se pudiera hacer algo con tu
cerebro... ¿No crees que serías más efectivo?
Lo bueno es que el cerebro se ve a simple vista. Practicas una
incisión en el cráneo y voilá! Ahí tienes tu masa gris. El
alma... Ah, el alma. No siempre se encuentra a la primera. No importa
lo afilado que esté tu escalpelo, a veces ninguna puerta parece la
correcta. Un novato podría confundir el alma con cualquier otra
cosa, ¡imagínatelo esculpiendo un apendiz! Sería divertidamente
grotesco.
No todos tenemos el alma en el mismo lugar, ni del mismo tamaño ni
color. Aún así puedo sentirme orgulloso de reconocerla siempre. No
tengo ni un solo fracaso a mis espaldas. Ni uno solo de mis clientes
ha tenido queja de mí. Valoran mucho mi trabajo y siempre permanecen
quietos y en silencio mientras estoy realizando mi sagrada labor.
Las extraigo, las enjuago en agua del grifo y las miro bajo mi lupa.
Es entonces cuando empiezo a tallarlas. O coserlas, depende de como
la vida les haya tratado. Lo que nunca necesito hacer es añadir
nada. Cuanto más ligeras sean, más alto volarán. Dicen que Anubis
colocaba el corazón de los muertos en su balanza, pero te puedo
asegurar, de que era su alma lo que colocaba en el platillo.
Esa noche estaba cosiendo un alma rota. Cuando me dispuse a extraer
su orgullo, mi puerta se abrió de golpe. No entendía que hacían
todas esas personas en mi taller. Gritaban todas a la vez y no sabía
bien que decían, pero el recorrido que adiviné que podían hacer
sus balas, me hizo dejar la jeringa donde estaba y levantar las
manos.
Una mujer se acercó hacía mí haciendo unos extraños pasos de
baile laterales y me esposó. En su mirada adivinaba un alma rota,
intenté ofrecerle mis servicios, pero su respuesta fue clara:
-¡Cállate monstruo!
-¿Perdone?
-¿Cómo has sido capaz de hacerles todo esto a estas personas?
Me encontraba bastante confuso. Señalaba a mis clientes y yo les
veía bastante cómodos. Cada uno en su camilla, descansaba con los
ojos cerrados y una sábana tapando sus vergüenzas. Era casi lo
mismo que la consulta de un masajista.
-Quizás no lo crea, pero mi labor es muy importante y ninguno de mis
clientes tiene queja.
El hombre que aún me apuntaba con la pistola, le hizo un gesto de
mímica a su compañero en el que creí discernir alguna burla sobre
la demencia. Lo que no adiviné era quien era el afectado.
La mujer me empujó de muy malos modos hacia la salida, y aunque le
insistí una y otra vez por la chica que aún esperaba sobre la
camilla a que su orgullo fuera extraído, no me quería escuchar.
Seguro que es de las que prefiere rezar. O confesarse. O hacer
donativos. Valiente sinsentido.
Al mirar a los hombres, me percaté de algo ¿cómo había podido ser
tan estúpido? Sabía que esto sucedería. Si se corría la voz sobre
mi trabajo, la gente dejaría de necesitar las religiones. Yo era
capaz de proporcionarles un billete seguro hacia una feliz eternidad,
así que ¿para que visitar sus edificios religiosos y qué realizar
donativos? ¿Para qué hacer el bien? No me vengas con ese concepto
elevado del bien por el bien. Si nada de lo que hicieras, tuviera
consecuencias, ¿hasta dónde llegarías?
Por eso se presentaba aquel ejército en mi fábrica de la felicidad.
Eran los defensores de las religiones. Me querían fuera del mercado.
Mi futuro era tan incierto como el de todo aquellos que atentaban
contra las normas establecidas por las personas que controlaban el
mundo. Es muy probable que me maten, pero no me importa. La primera
alma que esculpí fue la mía.
Hola Chari!!!!
ResponderEliminar'Si eres estúpido no dejarás de serlo por muchos avemarías que reces'. Y ahí, en una sola frase acabas de desmontar todo el batiburrillo montado sobre tal institución. Y sí, voy a soltarlo, te has quedado muy a gusto. Comparto la idea de este escrito y los pensamientos de el gran filósofo alemán del que todos se quejan por ser espeso pero que tenía más razón que...que...que algo: Friedrich Nietzsche, decía que 'la fe significa no querer saber la verdad'. Tengo la suerte en este aspecto de haber discutido profusamente sobre el tema con compañeras de varias ideologías distintas para llegar a la misma conclusión: solo estamos aquí dos días.
Un besote enooorme!!!! ♥
¡Hola Hydre!:
EliminarMuchas veces dejo que sean mis personajes quienes expresen mis opiniones sobre temas polémicos, ellos se atreven a ser más tajantes que yo y no les importa ofender jajaja.
Sí, se supone que Niezsche es denso pero la verdad es que siempre me ha gustado leerlo y creo que la mayoría de veces da en el clavo.
"La fe significa no querer saber la verdad". Creo que voy a escribir esa frase en algún sitio y me la colgaré en la pared de mi cuarto, o igual hasta me hago una camiseta con ella xD
Deberíamos disfrutar mucho más esos dos días...
¡¡¡Besotes!!!
Me ha gustado mucho
ResponderEliminar¡Gracias!
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