El mes pasado las chicas de Por Amor a los Libros cumplieron cuatro años en la blogsfera, y entre concursos y demás actividades, también publicaron las reseñas y relatos que sus seguidores les enviaron. Por si no lo vistéis, comparto con vosotros/as el relato que les envié (y os invito a visitar su blog):
Daniel sentía que todo le
daba vueltas, y ya no sabía distinguir lo real de lo imaginado o
soñado. La Chica de la Ventana se estaba convirtiendo en una
obsesión para él y, a pesar de que le había empujado a revivir los
momentos más horribles de su vida de la forma más cruel, no podía
dejar de seguirla.
Era como una suerte de
Alicia en el País de las Maravillas persiguiendo al conejito blanco.
Intentó cerrar las
persianas y no volver a mirar nunca más por esa ventana, pero
siempre acababa apareciendo alguna chica en el televisor que encendía
sus recuerdos o se dormía y volvía a tener vívidos sueños con
ella de los que despertaba tembloroso y empapado en sudor, como un
adicto con el síndrome de abstinencia.
Desde que ella había
aparecido en su vida, no era capaz de pensar en otra cosa, ni
siquiera su trabajo le llenaba, conseguir pasar más allá de unas
simples palabras con ella se había convertido casi en la razón de
su existencia; pero no de forma romántica. Daniel no sentía ningún
tipo de mariposas en el estómago, más bien sentía una especie de
fuego, un impulso vital que le guiaba siempre tras la cadencia
rítmica del andar de La Chica de la Ventana. Era enfermizo.
Abrió las grandes puertas
de cristal que llevaban hacia el balcón y se internó en él con
determinación, como quien tiene un plan.
Cerró los ojos y respiró
hondo. En ese mismo instante apareció ante él la imagen de su piso
destrozado, de aquella chica que se trajo a casa, de Jake... Oh, no
por favor.
Daniel estalló en
lágrimas mientras aporreaba con furia el balcón.
No sabía como, pero sabía
que La Chica de la Ventana estaba relacionada con todo lo ocurrido de
alguna forma.
Daniel subió a la
barandilla y dejó que sus pies estuvieran allí encima tambaleándose
como si fuera un trapecista. Sintió el frío aire de la noche
colarse por dentro de su camiseta, extendió los brazos como si
pretendiera volar y miró hacia abajo. Diez pisos lo separaban del
suelo aunque sus lágrimas le impedían verlo con claridad. Se
imaginó planeando hacia el suelo y le invadió un sentimiento de
alivio y paz. No podía más, y esa era la única forma en la que
todo podía acabar.
Cerró los ojos, y dejó
su cuerpo a merced de la gravedad, pero no sintió nada. Abrió los
ojos y hubiera gritado si en él hubiera quedado algún tipo de
emoción.
La Chica de La Ventana
estaba en su casa mirándole fijamente desde la penumbra como si con
sus ojos ejerciera algún tipo de poder telequinético sobre el
cuerpo de Daniel.
Resignado bajó de la
barandilla y se dirigió hacia ella con una furia inusitada.
-¡Túúú! ¡Maldita
puta! ¡Has sido tú!¿A qué sí?
Corrió hacia ella y la
cogió por el cuello mientras ella no dejaba de sonreír.
-Tú me destrozaste el
piso, mandaste a Irene al hospital y mataste a Jake... Túúúú
La Chica de la Ventana
comenzó a reír con fuerza y sus carcajadas se volvían mucho más
ruidosas con cada acusación de Daniel. Él, invadido por la furia,
apretaba cada vez más su blanco cuello a medida que la zarandeaba,
pero ella parecía no notar la presión de las manos de Daniel.
-¿Quién eres? ¿Qué
quieres?- vociferó Daniel.
La expresión de La Chica
de La Ventana se tornó dulce, y al pestañear, sus ojos se volvieron
completamente negros. Daniel aflojó sus manos y La Chica de la
Ventana retiró con suavidad las manos que envolvían su cuello.
Acercó su rostro al de
Daniel y se quedó a pocos milímetros de él.
La expresión de Daniel
cambió paulatinamente de la rabia al dolor y en menos de un minuto,
su actitud era de completa sumisión. Iba a decir algo cuando ella le
puso el dedo índice en la boca para ordenarle callar con suavidad.
Después acarició los labios de Daniel con el dedo pulgar y acercó
sus rojos labios a los de él, comenzó a besarle con ternura para
acabar haciéndolo con la misma fiereza con la que el le había
zarandeado.
La voluntad de Daniel ya
no le pertenecía a él mismo. La Chica de la Ventana le besó en la
oreja y le mordió el lóbulo mientras Daniel se retorcía excitado
con los ojos cerrados.
-Me perteneces. No lo
olvides Daniel. Tu alma es mía- le dijo al oído en susurros.
Daniel se deshizo de aquel
hechizo que le mantenía fascinado y abrió los ojos, pero para ese
momento, La Chica de la Ventana había vuelto a escapar de su casa.
¡Muy bueno Chari! vaya con la chica de la ventana jeje :)
ResponderEliminarGracias :) Es un extracto de una historia que escribí pero que no terminé... Quizás algún día lo haga.
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