Una carta de hace treinta años

La vida es un hábil jugador de póker. Te deja creer que vas ganando y justo cuando muestras tus cartas, él te enseña las suyas con una burlona sonrisa y descubres que, desde el principio, habías perdido.

Como cada tarde, Laura llega a las siete a casa, deja su coche en el garaje y recoge el correo antes de entrar. Sin embargo, esta vez el buzón le esperaba con un tipo de carta nada habitual: ni propaganda, ni facturas; tan sólo una carta amarillenta descansando en su interior, con su nombre de soltera y su antigua domicilio tachados y su dirección actual marcada con un recuadro. En el remite tan sólo figuraba un apartado de correos.

A pesar de lo mucho que le gustaban las sorpresas, el corazón empezó a latirle con la fuerza de un mal presagio. Cruzó la puerta y dejó las llaves en el cuenco que tiempo atrás dispuso para ello, al lado de un cuadro en el que aparecía ella al lado de un hombre, sonriendo de tal forma que uno no sabían si sonreían sólo al fotógrafo o a la vida misma.

Se sentó en el sofá y con cuidado abrió la carta:

03/04/1983

A mi bella ragazza:
Perdóname por desaparecer así, pero corro un grave peligro. He descubierto quien mató a tu hermana, y esto es mucho más grande de lo que parecía. Alberto está implicado, ten mucho cuidado.
Puedes escribirme siempre que quieras a este apartado de correos. Espero verte pronto.

Il vostro eternamente,

C.M.

Las manos de Laura volaron a su cara como si temiera que el corazón se le fuera a salir por la boca. La carta aterrizó con suavidad sobre la alfombra mientras Laura miraba hacia ningún lugar con la cara desencajada.

¡Claudio!¡Claudio Montanieri!
Hace más de treinta años,se enamoró de él; de como le susurraba mi bella ragazza al oído, de ese olor a mar que siempre desprendía, de su inagotable pasión por la vida.
Fue un romance breve truncado por su supuesta muerte un diecisiete de marzo.
No encontraron el cuerpo, tan sólo su cartera y una chaqueta vaquera a las orillas de un lago. Aquello fue suficiente para que le dieran por muerto, y también para que, aquella parte de Laura que bullía de vida y sueños, muriera con él.

Le quiso tanto en tan poco tiempo... Y ahora, ¡Ahora se da cuenta de que podría estar vivo! ¡Ahora todo empezaba a tener sentido! Aquellos regalos que recibía en fechas que sólo significaban algo para Claudio y para ella, la sensación de que un Volvo gris la perseguía ...
Nunca se llegó a descubrir quien acabó con la vida de su hermana, y ahora, su imagen, tirada en la montaña, con la mirada vacía y el cuerpo cubierto de barro y sangre se aparecía ante sus ojos con fiereza. Los ojos le quemaban.
Sentía como si su cuerpo estuviera vacío por dentro, como si sólo tuviera un corazón que, en ese momento, latía con tal fuerza que lo escuchaba en sus oídos.
¿Y Alberto? ¿Qué tuvo que ver él en todo aquello?

El ruido de la llave girando en la cerradura la sobresaltó:

-Alberto, ¿eres tú?
-Sí, mi bella esposa, ¿Acaso esperabas a alguien más?- dijo entre risas-.


Esta es la segunda escena del taller de escritura de Literautas, creo que la anterior me salió bastante mejor, puede que fuera por mi estado ánimo o porque la tienda de antigüedades me inspiró a hacer una historia más acorde con lo que me gusta escribir.

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