Una sala de estar, ni se cae a pedazos ni es digna de un palacio, tan sólo una sala de estar normal y corriente. Un sofá, en el hay una chica sentada.Su aspecto es irrelevante en el desarrollo de esta narración.
Está mirando a la nada con el mando en la mano y la televisión apagada. Mira hacia arriba y ve pequeños desperfectos en las tablas de madera del techo. Cada vez que llueve se acaba filtrando algo de agua.
Piensa en el desván, tan oscuro y desordenado...Siempre se dice a sí misma que ya lo ordenará otro día, pero los días pasan y nunca se siente con suficiente fuerza para hacerlo, prefiere no mirar hacia arriba para no recordar el caos que allí le aguarda, ocupa sus pensamientos con otras cosas que realmente no tienen importancia, o almenos no tanto como lo que ocurre en su propia casa.
La falta de orden y arreglo en ese desván atenta contra la integridad de su hogar, es como una casa con cimientos débiles, pero en este caso lo que puede suceder no es que todo se venga abajo, sino que todo lo que tiene construido se vea destrozado por lo que no tiene ganas de arreglar.
Se dice que ya ha llegado el día, ya es hora de enfrentarse al caos y al desorden, a todo lo que allí pueda haber guardado, porque, de hecho , ya ni lo recuerda.
Se dirige hacia su habitación y se viste con ropa cómoda, se recoge los cabellos. Del cuarto de limpieza coge una escoba, un recogedor, paños y otros útiles que le puedan ayudar en su labor.
Avanza hacia el pasillo, deja todo lo que lleva en las manos en el suelo y abre la trampilla. Respira hondo y extiende la escalera. Agarra de nuevo a sus "compañeros de tarea" y sube lentamente las escaleras.
Al llegar arriba le da al interruptor y ve que todo esta apilado, que algunas cosas se ven claramente, pero que tendrá que quitarlas para ver lo que hay debajo, para quedarse con lo útil y deshacerse de todo aquello que está ocupando un espacio que no le pertence. El espacio que podrían estar ocupando otras cosas.
Ya llegó la hora de ordenar mi desván, se dijo a sí misma.
Está mirando a la nada con el mando en la mano y la televisión apagada. Mira hacia arriba y ve pequeños desperfectos en las tablas de madera del techo. Cada vez que llueve se acaba filtrando algo de agua.
Piensa en el desván, tan oscuro y desordenado...Siempre se dice a sí misma que ya lo ordenará otro día, pero los días pasan y nunca se siente con suficiente fuerza para hacerlo, prefiere no mirar hacia arriba para no recordar el caos que allí le aguarda, ocupa sus pensamientos con otras cosas que realmente no tienen importancia, o almenos no tanto como lo que ocurre en su propia casa.
La falta de orden y arreglo en ese desván atenta contra la integridad de su hogar, es como una casa con cimientos débiles, pero en este caso lo que puede suceder no es que todo se venga abajo, sino que todo lo que tiene construido se vea destrozado por lo que no tiene ganas de arreglar.
Se dice que ya ha llegado el día, ya es hora de enfrentarse al caos y al desorden, a todo lo que allí pueda haber guardado, porque, de hecho , ya ni lo recuerda.
Se dirige hacia su habitación y se viste con ropa cómoda, se recoge los cabellos. Del cuarto de limpieza coge una escoba, un recogedor, paños y otros útiles que le puedan ayudar en su labor.
Avanza hacia el pasillo, deja todo lo que lleva en las manos en el suelo y abre la trampilla. Respira hondo y extiende la escalera. Agarra de nuevo a sus "compañeros de tarea" y sube lentamente las escaleras.
Al llegar arriba le da al interruptor y ve que todo esta apilado, que algunas cosas se ven claramente, pero que tendrá que quitarlas para ver lo que hay debajo, para quedarse con lo útil y deshacerse de todo aquello que está ocupando un espacio que no le pertence. El espacio que podrían estar ocupando otras cosas.
Ya llegó la hora de ordenar mi desván, se dijo a sí misma.
Comentarios
Publicar un comentario